Ella estaba desnuda
y el mundo se detenía.
Las espadas dejaban de brillar.
Sus ojos oscuros volaban.
Ella estaba desnuda.
Desnuda entre las sábanas,
dormida en mis brazos inciertos.
Ella era el oro de los días,
ella desnuda en mis brazos.
Ella ardiendo,
yo olvidado del mundo.
Ella estaba desnuda.
Ahora ya no está.
De la explosión queda sólo
el olor a pólvora.
Ella estaba desnuda.
Mis brazos parecían detenerla.
Ella estuvo desnuda en mis brazos.
© Ernesto González, 2009
Fueste tu que escribiste el poema?
ReplyDeleteSí, Sofía. Se me olvidó indicarlo. Saludos.
ReplyDeleteQue lindo! Hasta aqui llegó el olor a pólvora
ReplyDeleteAbrazo.
Naday
Gracias, Naday. Que bueno verte por aqui. :)
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