Solfas dulces, curvas descubiertas,
sábanas que son manto de tu monte,
ojos que miran
culpables, con deseos satisfechos.
Tu piel ansiada, así dada a otros dedos.
Tus labios que se esconden
del indiscreto latido latente de la cámara.
Y yo que no estuve ahí.
Yo que soy sólo testigo
de la imagen que quedó después de la tormenta.
Yo que imagino, marginado.
Yo que veo el pasado paseado ante mí
desde el futuro donde escribir estos versos
no es otra cosa que un liviano alivio fugaz.
Yo que me detengo a observar esas formas
tan precisas, armo un argumento con final feliz,
edito las escenas, remplazo a uno de los actores,
dirijo y actúo en el filme donde nunca estuve.
© Ernesto González, 2008
Su vena de poeta se encuentra en la sangre.
ReplyDeleteTu escribe los poemas muy bien, Ernesto!
Este poema es lindo, no tengo palabras...
Beijos
Sofia
Gracias, Sofia.
ReplyDeleteHermoso!
ReplyDeleteAbrazo
Naday
Gracias, Naday. !Qué bueno verte por aquí!
ReplyDeleteEstás encontrando tu camino.
ReplyDeleteEl socio
Es un magnífico poema.
ReplyDeleteGracias al Socio y a David por los elogios.
ReplyDeleteBellísimo poema.
ReplyDeleteGracias, Zoe.
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