Por Yosie Crespo
Rarísima
la esperanza que sale de un verso.
El
poema de un poeta suicida
es
como cualquier otro.
Consta
de cuatro puntos cardinales
cuyo
fondo acabará contigo
será
una trampa con un lugar de proyección.
Una
muerte segura no experimenta con ausencias
ni
comparte secretos más allá de sus amantes.
Ajeno
a todo será conjunto
de
una misma sangre.
Tendrá
doce cuerpos de Virginia,
de
Pizarnik, de Sexton,
los
zapatos vacíos de Casariego
un
maletero y toda la vida franca de Ganivet.
No
habrá barreras ni perfecta unión
en
su trágico deseo.
Y
cuando estés más solo
te
pondrá a soñar sobre su siguiente vida.
A
menos que pienses faltar muy seguro
a
su objetivo final,
nunca
le mires directamente a los ojos
ni
hagas el más mínimo intento de recordarlo.
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