Perpetua la arena que me alimenta, reloj de ojos,
luz que sucumbe tan ciegamente.
Voy por el camino en pos de fuego,
agua sobre agua, fricción del goce,
tierra que siembra sus despojos,
esterilidad que se multiplica,
panes y peces que surgen
en la arena, luz que sucumbe
tan ciegamente.
Seré un ciervo, un vigilante,
una figura de plomo,
el eco incierto que se acomoda
en el oído de alguna víctima.
Todo es silencio después
de haber sido ruido.
© Ernesto G., 2013
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