FRÍO
Por Sindo Pacheco
La anestesia me fue sometiendo mucho antes de entrar en el salón. Me extrajeron con sumo cuidado, y unas manos de suavidad de alas, me depositaron en la urna.
Se hizo entonces muy difícil precisar el paso del tiempo, sin distinguir la sombra de la luz, ni el ruido del silencio, salvo que la temperatura de conservación del urnatorio era muy fría. Para hacer más tolerable aquella estancia, me di a revivir ciertos eventos que entorpecían mi memoria. Recordé los paseos de mi infancia, y el asombro con que miraba y develaba el mundo circundante. Recordé algo de la velocidad: un tren o un caballo sobre un fondo de verdes. Recordé un saludo, cierta despedida, y otras incidencias, que ahora exageraba o dignificaba en un juego piadoso de imaginería.
Sabía que junto a mí había otros iguales porque la interacción que emanaba de ellos, producía radiaciones. A mi derecha había alguien que me ponía deprimido con su letanía de queja interminable, como si tuviera dañada la zona del dolor. Por mi izquierda sentía un influjo amoroso, de música de ángeles, que hacía palpitar mis circunvoluciones. Tras de mí, donde solía estar Occipital, sentía una paz como de aire, o de paisaje abierto al cielo.
Mi preocupación no era la espera, que podía prolongarse en su abismal monotonía, sino que por algún error profesional, me devolvieran un cuerpo equivocado, cuya bóveda craneal oprimiera mis partes con la severidad que suele acompañar la negligencia.
Eso activó mis temores y la zona grotesca del mal imaginar, y un día amanecí en un cuerpo de mujer. Era tan hermosa que bastaba asomarme a algún espejo para admirar su increíble simetría. Me enamoré de aquel ser de ojos almendrados, de su larga cabellera, de su sexo ampuloso que masturbaba indefinidamente, y de su forma de hacer mi voluntad sin la más mínima queja.
Pero muy pronto la aburrí. Tal vez debido a su propia sumisión, o porque ya no podía soportar los galanteos de los hombres, que se embebían con mis senos o me escrutaban las piernas con sus ojos llenos de lujuria.
Tenía una compañera de trabajo que secundaba mis rodeos por la ciudad. Era alta y delgada, de oscuros ojos grises, y muy tierna de sonrisa. Ella fue cubriendo aquel vacío de patria que significaba morar en otro cuerpo. Su cálida presencia solía introducirme en un origen, o en algún sentido de pertenencia perdida. De forma natural cayó en mis brazos una tarde, junto a un frasco de licor; y de forma tan natural seguimos el romance, que en la complacencia del sueño, no me importó que el mundo nos tomara por lesbianas.
Desperté de aquella pesadilla, y me asaltó el temor profético de que pudiera convertirse en realidad. En tal caso, juré encontrar mi cuerpo a cualquier precio. Acaso se defendería de mí, obedeciendo las órdenes de aquel que lo ocupaba; pero estaba decidido a instrumentar la violencia y conducirlo hasta algún cirujano que me hiciera tal devolución, y que yo pagaría siendo su esclavo si fuera pertinente.
Sin embargo una mañana me arrojaron a un sitio que enseguida reconocí era mi casa. Me sentí feliz y protegido, mientras un efluvio caliente de energía irradiaba mis interioridades. ¡Qué grato es estar en uno mismo!
Mi cuerpo, empero, estaba magullado y maltrecho. A casi nadie le duele el dolor de un cuerpo ajeno. Mi cuerpo regresó con problemas cardiovasculares. Le habían incorporado dos piernas que no eran compañeras, ambas del mismo pie izquierdo, y me faltaba el pulgar de la mano derecha. Desconozco el rigor a que fuera sometido, ni bajo qué bandera o estandarte fue juramentado.
Cobré mi paga, insuficiente para poder restablecerme. Nunca más cambiaría mi cuerpo por dinero. Me puse el sobretodo y huí, metiéndome en las sombras.
6 comments:
¡Muy bueno, Sindo! Y yo que estaba pensando en irme al quirófano para uno de estos embellecimientos postizos con que soñamos las medio tiempos...Mira, mejor me quedo tranquilita con lo que doña Natura me dio y no jodo más. Imagínate que me despierte en el cuerpo de un motorciclista tatuado...
Abrazos,
la Te
jajajaja.
Me encantó! Hoy me contaron de un hombre al que le hicieron un trasplante de corazón y le dieron uno de mujer y anda sufriendo embestidas venusianas.
Genial!Parece ser cierto que hay que viajar un poco por cuerpos ajenos para amar el de uno. Gracias Sindo y gracias Ernesto por traer a Sindo. Un abrazo a los dos
Gracias a todos por la visita y los comentarios. Es un honor tener a Sindo por acá.
Ja, ja, Teresita, ¿te imaginas al revés? Tu cuerpo en el cerebro de un motorista a cien millas por la I-75, con toda la indumentaria Harley Davison y los brazos abiertos al manubrio.Todo el diría: Por ahí va la "T", ja, ja.
Gracias Marianne, Anonymous,gracias Kontarte. Son ustedes gente muy generosa.
Gracias Ernesto por la posibilidad de publicar en tu blog.
Feliz día de acción de gracias para todos.
gumersindo
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