Verbo
que porta un silencio
entre
dos rodillas,
mazo de
polvo que cae a través de los dedos,
esos
que escriben
el fin
de la vida.
Dios,
señor mío, caigo y lo sabes,
Dios,
señor mío, tú me dejas caer.
Me
recoges,
cuchillo
que bebe la sangre
de la
piel que cercena.
Dios
mío, Dios.
© Ernesto G., 2013
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