Los amigos de los enemigos nos asombran con sus acrobacias. Ratas malditas, animalejos que han de existir por alguna razón. La luz los envuelve. Es lo que buscan. Se agitan. Esa luz debe ser constante. Esa luz debe cubrirles el rostro de forma tal que al mirarse al espejo sólo vean la iluminación vacía. Eso los llena. Eso los mantiene felices. Una suma equilibrada, un bienestar de ojos cerrados, una felicidad ilustrada. ¿Qué hay de las sombras?, uno se pregunta. Pero nadie escucha porque el ruído de la luz suele ser ensordecedor.
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