Es viernes. Una semana entera hablando de presupuestos, números y otras tonterías profesionales. Debo escribir. Debo hablar de algo, oír el sonido suave de las teclas, ver cómo se forman las palabras en la pantalla del ordenador (qué palabra tan precisa, ordenador, sí, me ordena: me manda y me arregla). Hoy llueve. Ayer ganaron los Heat y debemos estar contentos porque unos señores millonarios ganaron un juego de basketball. Vi el partido, sí, me entretiene ver a esos señores correr de un lado a otro y meter el balón en la canasta. El ritmo me anestesia. No me emociono. No grito. Solo observo fríamente. De algo debo escribir, pero no sé de qué.
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