Ella es terriblemente sexy. Hasta verla cepillarse los dientes me excita. Un acto que por lo general a otro le sería repulsivo o desagradable, una actividad que difícilmente haga sexy a ningún humano sobre la faz de la tierra en ella es muy estimulante, me hace babear de sólo escuchar el sonido del cepillo chocar contra esos dientes impolutos, a la derecha, a la izquierda, arriba, abajo, frotando la lengua; esa misma lengua que imagino recorriendo mi sexo con furia. El cepillo se detiene, insistente, en los dientes delanteros, los labios, gruesos y rosados, están llenos de espuma blanca, como me figuro se verá mi semen goteando de esa boca, caverna jugosa y roja que ella parece higienizar para mí. La espuma cae en el lavabo, ella se inclina y hace un cuenco con las manos para enjuagarse la boca donde ahora habita un olor a menta. Escupe los restos de espuma con agua, dilatando los deseos de verla frente a mis ojos; ya casi puedo sentir sus labios latiendo sobre los míos. Pero ella es pícara y demora mi deseo. Toma un jabón y lo coloca bajo el chorro de agua. Se enjabona las manos, esas manos finas y ágiles, listas para acariciar todo mi cuerpo. Se restriega el rostro con ambas manos enjabonadas y luego retira la espuma con abundante agua. Me excito de sólo escuchar el sonido de las gotas deslizarse por su piel. Ella estira la mano y toma la toalla, secándose despacio los labios, las mejillas y los ojos, hasta el momento cerrados. Mientras yo sigo aquí, expectante, esperando el encuentro. Entonces ella abre los ojos y me mira. Me regala la primera sonrisa del día. Yo la imito desde el interior del espejo.
Lien Carrazana Lau, del libro ‘Faithless’ (Habitación 69 Ediciones, México DF, 2011).
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