Monday, May 28, 2012
El fulgor de la piedra, un poema de Ernesto G.
Foto: Ernesto G. |
En la piedra se instala el fulgor,
medida que es el alcance de su fuego.
Cimiento o alféizar, dimensiones
que sucumben al peso de su luz.
Escalas, ademán de ciego,
espejismos burdos de la roca.
Has de verlos.
Has de sucumbir a ellos
antes de ver esa otra luz
que se dilata, tan sinuosa.
Credo incorpóreo,
palabras que simulan su peso.
Domador de señales,
manco y fiel y cronista,
versificador del cosmos.
Has de ir al mar y volver
y romper los mensajes
y quebrar las botellas
y verlas hundirse
antes de que te ciegue
el fulgor de la piedra.
© Ernesto González, 2012
Sunday, May 27, 2012
Diario esplendor del usurero de los platos rotos, un poema de Ernesto G.
Foto: Ernesto G. |
DIARIO ESPLENDOR DEL USURERO DE LOS PLATOS ROTOS
Vértigo del vértigo.
Rolando Jorge
Diario esplendor del usurero de los platos rotos.
Vestigios, vértigos dices, sílabas sacras,
silencios que muerden la cola de lo eterno fugaz.
Asombrosa la manera cómo la telaraña
resiste contra lluvia y viento y marea
comprobar que somos vértigo,
vértigo del vértigo,
vértigo.
© Ernesto González, 2012
Sunday, May 20, 2012
Thursday, May 17, 2012
Zahylis Ferro reseña un libro de Sindo Pacheco
Ingenio, amistad, inocencia, espíritu aventurero, ansias de grandes conquistas, sencillez y ternura jóven y febril se mezclan deliciosamente en El beso de Susana Bustamante (Editorial Gente Nueva 2011), una nueva historia del “Mark Twain tropical”, Sindo Pacheco.
Hace un tiempo, tras haber publicado en kontARTE un cuento de Sindo, trataba yo de describir su habilidad para narrar cosas inverosímiles de la manera más sencilla imaginable, cuando alguien en un comentario lo llamó el “Mark Twain tropical” y no creo que haya mejor calificativo que ese. Podría ser este libro una adaptación cubana de Tom Sawyer, o un Huckleberry Finn made in Cabaiguan, igualmente exquisitos en el uso de una narrativa limpia y excitante que fluye como arroyo desbordado y de la misma manera te arrastra, te somete, te adentra en sus intimidades y dulcemente te roba la sonrisa. Pero tiene El beso de Susana Bustamante una autenticidad sublime, la sencillez de ser una historia repetida y repetible, la humildad de la aventura casera, la inocencia y libertad de una adolescencia circunscrita a barrio pequeño e ilusiones grandes.
Hace un tiempo, tras haber publicado en kontARTE un cuento de Sindo, trataba yo de describir su habilidad para narrar cosas inverosímiles de la manera más sencilla imaginable, cuando alguien en un comentario lo llamó el “Mark Twain tropical” y no creo que haya mejor calificativo que ese. Podría ser este libro una adaptación cubana de Tom Sawyer, o un Huckleberry Finn made in Cabaiguan, igualmente exquisitos en el uso de una narrativa limpia y excitante que fluye como arroyo desbordado y de la misma manera te arrastra, te somete, te adentra en sus intimidades y dulcemente te roba la sonrisa. Pero tiene El beso de Susana Bustamante una autenticidad sublime, la sencillez de ser una historia repetida y repetible, la humildad de la aventura casera, la inocencia y libertad de una adolescencia circunscrita a barrio pequeño e ilusiones grandes.
Más aquí.
Sunday, May 6, 2012
Tres poemas de Lilliam Moro
Fe de erratas
Para
Julia Peña
No sé
cómo decir este dolor,
no sé
cómo escribirlo, que suena tan común
que ya
no se parece a lo que siento.
Quiero
otra cosa, acaso
semántica
detrás de la semántica,
más allá
del bisílabo manido,
con la
misma grafía, y que no obstante
suene a
pasión descomunal,
a esta
laceración hecha vocablo
en la
fonética de siempre,
pero que
aúlle el verbo,
que
explosione la tinta, y que se raje
la
página en que escribo,
mientras
arden, exhaustos, los ojos del que lee.
Pero si
no lo logro, estad atentos:
donde
dice “dolor”, debe decir “dolor”.
Los
fieles difuntos
... su paso de acordeón, su palabrota...
CÉSAR VALLEJO
Pasan,
se
esfuman de la escena
y sólo dejan
flotando en la memoria
los más
escuetos rasgos,
boceto
de una cara de frente o de perfil,
los
asuntos pendientes,
algunas
frases fuera de contexto
y los
tristes zapatos que anduvieron
el paso
tan fugaz del día a día.
De
pronto un golpetazo terminó la rutina,
una
brusca manera de estropearles la tarde
los
lanzó al otro lado.
Nosotros,
los de acá,
sólo
atinamos a decir
unas
cuantas bobadas.
Hasta
que suenen en la puerta,
en
nuestra puerta,
esos
toques que nadie más escucha.
El balsero
Cuando lo recogieron
era un cadáver más, boca arriba en
la balsa,
con los ojos comidos por el sol,
los párpados abiertos que dejaron
pasar
la última mirada interrogante
al cielo azul bellísimo,
indolente.
Mirad el fondo de esas cuencas
podridas:
ahí reposa la Historia con todos
sus discursos.
LILLIAM MORO nació en La Habana en 1946 y salió de Cuba en 1970 hacia España. Estudió en la Escuela de Letras de la Universidad de La Habana. Perteneció al grupo de jóvenes escritores de las Ediciones El Puente. Ganó el Primer Premio de Poesía en concurso celebrado entre las Escuelas de Letras de las Universidades de La Habana, Las Villas y Oriente, con su poemario El extranjero, en 1965. Participó en el primer recital de poesía y canciones de feeling que tuvo lugar en El Gato Tuerto en 1964. Publicó críticas literarias y poemas en el periódico El Mundo, y en las revistas Unión, La Gaceta de Cuba, Bohemia y Casa de las Américas durante la década de 1960. Ha publicado los poemarios La cara de la guerra (Madrid, 1972), Poemas del 42 (Madrid, 1989), Cuaderno de La Habana (Madrid, 2005), y sus poemas han aparecido y han sido comentados en diferentes antologías, publicaciones periódicas y ensayos de España y Estados Unidos. En la boca del lobo obtuvo Premio de Novela en Madrid en 2004.
Saturday, May 5, 2012
Verso y tú
Verso y tú.
Deseo.
Carne.
Espiri-tú.
La humedad y la luz.
Oscuridad.
Dedos.
Uno a uno.
Dedos.
El espíritu une
a los cuerpos
que han de quedar
distantes.
© Ernesto González, 2012
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