Nadie habrá que pueda abrir esa puerta, descifrar ese misterio
que en la noche fabricas con manos laboriosas de mendigo.
Los ojos o la nada o un oscuro pergamino.
Lo que se irá en la pira de dios, guardianes de la torre,
luz persistente que se anuncia sin aproximarse.
La parábola construye sus peldaños.
De alguna manera has de bajarlos o subirlos,
ordenar el idioma que alucinas,
disipar el verbo insistente donde depositas la memoria.
© Ernesto González, 2010
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