Desde Suiza, otra colaboración del Beno.
Suiza, país de bancos, relojes y chocolate (según el confortable lugar común), es también tierra de brujos y curanderos. Parece inverosímil, pero es así. En las montañas del Jura pululan los “faiseurs de secrets” (hacedores de secreto), que pueden sanar de quemaduras, incluso graves y de otros males, por teléfono y gratuitamente. Los hospitales suizos, que se precian de estar a la vanguardia de la tecnología, tienen listas actualizadas de los “faiseurs…” y no vacilan en llamarlos si necesario.
Existen otros, en la amplia de gama de curanderos, que sanan por imposición de manos, por recitación de antiguas oraciones, etc. Pero entre todos ellos hay uno que resalta, tanto por su “método” o su poder como por su personalidad.
Denis Vipret es un sólido campesino de Friburgo, en el centro de Suiza. Entre un ordeño y una cosecha recibe a sus “pacientes”, tantos y tan pacientes que algunos esperan fuera desde las 3 de la mañana para poder entrar. Vienen de toda Suiza, y de otras partes de Europa. Son obreros, maestros, estrellas de las finanzas...enfermos. Vipret los recibe en un ala de su finca, donde ha dispuesto sillas (treinta) en círculo, mirando al centro. En su consultorio improvisado no hay incienso ni mirra, apenas un vago aroma de bosta vacuna. El les pasa detrás, tocándole los hombros rápidamente, ve. “Relájense, digan cualquier cosa, hablen de fútbol, cuenten chistes verdes”, les dice. A veces los chistes verdes los cuenta él. “Sobre todo no me hablen de sus enfermedades. No me hace falta y me enturbia la visión”. Una vez que ha tocado al último paciente, los recibe entonces individualmente, les explica lo que vio. Muy raramente se equivoca. La inmensa mayoría sana. A veces sucede lo terrible, y Vipret nunca se calla. “No puedo hacer nada por tí, ya es demasiado tarde. Sólo aliviarte un poco”. Las raras personas con las que se ha equivocado, porque es un ser humano (cómo ¿no era un X-Men o un 4400?) lo detestan, o lo han detestado. “’¿Cómo es posible que los sane a todos y no a mí, que haya visto claro en todos y no en mí?”. Si tuviera menos éxito, quizás lo perdonarían más fácilmente, tendrían más compañeros para repartir el infortunio. Ciertos curanderos tampoco lo quieren. Vipret tiene en su entrada un cesto con “secretos” y fórmulas mágicas que otros conservan preciosamente. Cualquiera puede servirse gratis. “No curo con fórmulas, sino con mi poder. Y, bueno, si se crearon para ayudar a los demás, ¿por qué tienen que guardarse en secreto?”. No le perdonan su “esotericlastia”.
Lo más increíble es que pueda también ver a distancia. Cuando va a un partido de hockey sobre hielo, a veces no disfruta “porque veo a través de la gente, veo sus males”. Incluidos los psíquicos. Y puede seguir desde lejos a sus pacientes, sobre todo a los que ha visto más de una vez. “Si algunos de ellos sufre, yo lo siento”. Sólo con su propia familia no es eficaz.
Una amiga estaba al borde de la desesperación. Tenía quistes que se multiplicaban y le impedían llevar una vida “normal”. Dos operaciones no habían bastado, iba para la tercera, (tenía ya fijada la fecha) y no sería probablemente la última. Le dijeron que viera a Vipret. Este le detectó su problema y otro que no sospechaba, una desviación en la columna, imperceptible, origen de sus extraños dolores de cabeza. Cuando regresó al hospital, para una verificación antes de la operación, nadie comprendió:”Fue el escáner que estaba defectuoso”, “Fue su médico que interpretó mal, señorita”. “Seguro había interferencias ese día”. La operación fue anulada. Los quistes habían desaparecido.
Pero lo más fascinante es su relación con la “energía”. Normalmente, los curanderos o brujos se fatigan después de cada intervención. Deben recuperar fuerzas. Denis Vipret funciona al revés. Su eficacia aumenta con el trabajo, como si se nutriera de la energía negativa de los demás, curándolos así. Por eso no hay que ser el primero en la consulta, el comienzo es el único momento en que el mago aparece algo cansado. Al final de la jornada está “entero”, según dice. Su poder o don pudiera ser peligroso, pues es capaz de controlar los órganos de la gente sólo con visualizarlos - “por ejemplo, trancarles los riñones”. Ya le propusieron una vez mucho dinero para matar a alguien. “Pero no acepté. Es más lindo sanar. Hacer daño no me divierte”. Roguemos porque no cambie de humor. Y que Vipret no se transforme en Vipèr(e)**.
*Pueblito de Friburgo, Suiza
**Víbora en francés
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