Maurice  es natural, sin rebuscamientos ni barroquismos expresivos, tampoco es  amanerado ni pedante, tiene un equilibro que se balancea entre el macho  latino y el poeta escondido, Está el dolor incrustado en mi mano, ese dolor que dejaste ahí aquella tarde en la que empezaste a abandonarme.  Pero su característica más relevante es el marcado deseo sexual que lo  arrastra a las disímiles aventuras alrededor de los 71 relatos, mayoría  de los cuales no sobrepasan la mitad de la página. Esa es otra ganancia  de Ernesto, saber manejar la brevedad y convertirla en su aliada con  maestría. A medida en que el libro crece notamos un desarrollo narrativo  más rico, más descriptivo en ocasiones, muestra que el autor va  cogiendo sabor a las laderas de todos los caminos que auguran mejores  amaneceres.
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