La madre
Entra al salón en busca de su hijo, en la visita anterior le dijeron que por indisciplina lo mandaron a la celda de castigo, allí estaría veintiún días, con media ración de comida y sin sol: así que para verlo, debía esperar al mes siguiente.
Ahora, ella busca entre decenas de presos con sus familiares, sin encontrar a su hijo; es imposible no reconocerlo, los guardias debieron equivocarse y dejarlo dentro de la galera. Va a la puerta a preguntarle a los oficiales: su hijo no está. Ellos insisten en que sí, y le enseñan la foto en la tarjeta que todos tienen como identificación.
La madre regresa al salón y pacientemente busca uno por uno. Al llegar al final y no encontrarlo comienza a llorar, pero comprende que pierde tiempo y que luego que los guardias no se lo tendrán en cuenta, así que supera su nerviosismo y reinicia la búsqueda, también infructuosa.
Cuando la vuelven a ver angustiada, los guardias se enfurecen, le dicen que su hijo si está, que por favor, si ella no lo crió que busque a la persona que lo hizo para que le indique dónde está.
Prefiere callar, sin aclarar que crio a sus hijos sola y nunca tuvo quién la ayudara. Y repasa nuevamente cada rostro. Cuando revisa y no lo encuentra, le da vergüenza molestar otra vez a los sargentos.
En el salón, sólo hay un muchacho que duerme, solitario, con el rostro escondido entre sus brazos, pero por mucho que lo mira, nada le indica que sea su hijo. Está pelado a rape, su cabeza es demasiado pequeña, los brazos flacos, la piel muy blanca y la espalda estrecha. Su hijo es alto y fuerte. Aunque le llama la atención que todos los presos estén con su familia y él no. Se acerca, desconsolada, a pesar de saber que lo hace por gusto.
Con temor, lo toca por el hombro: el muchacho levanta la cabeza y la abraza.
Tomado del libro Dichosos los que lloran
Premio Casa de las Américas
2006
CUENTO
2 comments:
Aww... qué historia. No por manosear el tema, pero de un momento a otro, leyendo ese cuento me vinieron a la mente las imágenes de OZT y su madre, doña Reina Luisa; creo que por lo de llegar al punto de "desconocer" a su hijo tras las rejas, por el dolor de verlo en el estado en que estaba, por la desesperación. Qué bueno que publicas retacitos y prendas como este cuento.
El libro de Angel Santiesteban está lleno de historias desgarradoras como esta, muy bien contadas también. Te lo recomiendo. Saludos, Erika.
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