Después de tomarse el café, que ya se había enfriado, el pianista encendió la radio para escuchar la música que tocaban otros. Siempre hacía lo mismo antes de salir rumbo a un concierto. El pianista era un hombre muy supersticioso. Temía que de no seguir su rutina, algo inevitablemente saldría mal en el concierto. Hoy, sin embargo, algo andaba mal. Al encender la radio, sólo escuchó un silencio exasperante. Esto lo desconcertó. Se cercioró de que la aguja marcara el sitio correcto en el dial. Apagó y encendió el radio dos veces. Nada. Silencio total. Para no romper la rutina y convencerse de que nada de esto había sucedido, regresó al baño y se volvió a cepillar los dientes. Al regresar a la cocina, bebió café frío de nuevo y encendió la radio. Silencio. No sabía qué hacer. Sus manos temblaban. Le parecía que aquel silencio antes del concierto no era un buen presagio. Decidió regresar una vez más al baño a cepillarse los dientes y reiniciar la rutina, pero tropezó con un ejemplar de la biblia que estaba tirado en el piso y cayó estrepitosamente. Al caer, se dio un golpe muy fuerte en la cabeza y empezó a sangrar. Fue en ese instante que vio ante sus ojos la solución. Su piano. Decidió sentarse a tocar su propia música. Al tocar las teclas, del radio empezaron salir las mismas notas que el pianista tocaba magistralmente en su piano. Comenzaba así una nueva rutina.
5 comments:
http://video.google.com/videoplay?docid=8883910961351786332
Ernesto me gustaría por favor que veas el video que te adjunto aquí. Dura 2 horas. Estoy muy interesado de saber la opinión tuya.
Saludos
Edgar Tec
Mérida, México
Interesante moraleja.
Saludos a los dos y gracias por la visita.
Solo dare una palabra de comentario:
EXTRANO!!!!!!
Creo que son los efectos del vino en la prosa, Johanna.
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