Uno sabe a qué fiestas asistir,
de qué destinos separarse.
Cada cual que baile con su música,
cada cual que se desvaríe en sus tonalidades.
El rostro del carpintero es sólo la mitad de
la historia.
Lo demás hay que vivirlo en alma propia.
Mejor cerrar la puerta
cuando invitarse al baile es una redundancia.
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