Las tardes han de consumirse.
Una luz nos ha de dejar sin aire,
sin deseos de traspasar la sombra que somos.
Una roca sin nombre, sin destino,
se va hundiendo.
No ha de llegar a la cima.
No ha de apostar por destinos lustrosos.
No ha de tensar esas cuerdas inmortales.
No ha de buscar las páginas imperecederas.
Habrá de ser una brisa tal vez,
algo que sabremos borrar
mientras nos sumergimos
en ese olvido que anhelamos.
© Ernesto González, 2010
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