En el tabaco, en el café, en el vino,   
al borde de la noche se levantan     
como esas voces que a lo lejos cantan    
sin que se sepa qué, por el camino.
   
Livianamente hermanos del destino,     
dióscuros, sombras pálidas, me espantan    
las moscas de los hábitos, me aguantan     
que siga a flote entre tanto remolino.
   
Los muertos hablan más pero al oído,    
y los vivos son mano tibia y techo,    
suma de lo ganado y lo perdido.
   
Así un día en la barca de la sombra,    
de tanta ausencia abrigará mi pecho    
esta antigua ternura que los nombra.
Julio Cortázar
 
 
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