Nada más impreciso que este reino, nada más irreal.
Hemos sembrado un cadáver a las puertas del palacio.
Hemos avanzado en el lodo y vuelto los ojos hacia el vacio
de la historia. Es ahí donde habitamos.
Es ahí donde viven nuestros muertos.
Es ahí donde decaen nuestras fuerzas.
Es ahí donde renacen nuestros dioses.
El soldado regresa con los ojos cubiertos.
Nada más impreciso que este reino,
nada más irreal.
Ojos que escupen cenizas.
Oh, tierra prohibida, polvo olvidado,
sacrificio de una especie.
¿Qué hacemos los que no sabemos rezar?
Un hombre bueno muere
en esta hora oscura.
Un hombre bueno camina hacia otro tiempo.
¿Qué vida nos queda después de esta muerte?
¿Qué vida nos queda para los que no sabemos rezar?
© Ernesto González, 2010
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