Marchitado el polvo sobre la arena del invierno,
escucho las oscuras ventanas desayunarse
el párpado de cada minuto que se deshoja.
El mundo se disuelve en velas,
los ojos rompen espejos de agua,
las rocas paren mieles de barro.
De pronto viene el fin
tocando el nudo de lo infinito.
De pronto cae una hoja y otra,
y ya el que sabía no sabe,
y el que escuchaba, descansa.
Es entonces que llueve.
Es entonces cuando sólo se oye tu voz.
12 de enero de 1994.
2 comments:
Bello, gracias, Ernesto.
Gracias, Isis. Un saludo.
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