Poco después se precipitó una tormenta de agua y de truenos que dejó a la ciudad en situación de naufragio. El general la aprovechó para convalecer de los saludos, gozando del olor de las guayabas mientras fingía dormir bocarriba y con la ropa puesta en el sombrío del cuarto, y luego se durmió de veras con el silencio reparador de después del diluvio.
Gabriel García Márquez
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