El olor de la estancia.
Los adoquines silvestres y las flores negras.
Un poeta francés. Siempre quise haber sido un poeta francés,
te decía a menudo.
Tú no me creías.
Aquí cayó la tarde, te dije.
Aquí duerme la extraña luz de aquellos amaneceres.
¿Los recuerdas?
¿Recuerdas como moríamos de miedo con las mentes cruzadas
y los brazos abiertos?
La vida es una historia, me contabas, una ficción entrecortada,
una cuerda enredada, una puerta que se abre en las noches,
una prosaica rima.
No digas, te digo.
No abras la caja, no estrenes el verbo,
no alimentes esta hambre que muerde porque no ladra.
2 comments:
bellisimo ernest! estrenandome con este poema tuyo en la red...
cuenca
bienvenido, mi socio. te tengo que llamar. Saludos. Lo de la entrevista, va, no?
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