Un minuto antes de empezar a leer Una doctrina para la invisibilidad, uno tiene el presentimiento de que Manuel Sosa es un poeta que conoce “el precio de las palabras” y por ende ha tenido que cargar con "todo el desprecio de una estirpe". La suya es una poesía (leerla para vivirla) que nos permite adentrarnos en ese reino ("cercanía que se alimenta de tinieblas") donde ser invisible es la única manera de darle un nombre "a esa sustancia que hiere y ya nos abandona". La fotografía de la portada le hace justicia al libro. Penetramos en un reino de “niebla rotunda”. Las palabras tienen un precio, el poeta lo sabe; nosotros, sus lectores, sólo lo sospechamos. Ese es su mantra. El poeta también entiende que las palabras tienen limitaciones (el lenguaje, ese imperfecto instrumento de comunicación) puesto que sólo reflejan “el vicio de los ecos”, es decir, una visión distorsionada de lo acontecido. Nos confiesa que para revivir ciertas memorias (las buenas y las malas), hemos de cerrar los ojos y resistir “la tentación de la página”. Percibo algo de religiosidad en estos poemas; ciertas palabras, ciertos temas e imágenes recurrentes parecen apuntar en esa dirección. El dios nos anuncia que sin sometimiento no hay retribución, pero las piezas han encontrado el libre albedrío y buscan su propio orden en el tablero sin esperar por “manos omniscientes”. El poeta es un leñador que se aparta, que ha encontrado una fábula que no entiende (a tale told by an idiot, full of sound and fury, signifying nothing?), pero cuyo desenlace pudiera intuir. Y uno se pregunta cómo alguien que desconfía tanto de la capacidad de las palabras es, sin embargo, tan apto en manipularlas para edificar este fascinante reino de invisibilidad.
MIENTRAS DUERMES
Por Manuel Sosa
Mientras duermes, alguien se ocupa
de reordenar tus estrellas.
Lo que fuese vanidad y clarividencia
se convierte en sedimentos, fibras roídas
que cuelgan del alféizar,
mostradas al naciente para hacerte creer
en la utilidad de las parábolas.
El cálido nido se despereza
y sobrevuelan las plumas sangrientas.
Aún resuena el estertor
que en la noche recogía tu molicie;
a tus propias vestiduras han deshecho los espasmos,
la crispación de tu cuerpo bañado en luz astral.
Bastó un único letargo
para arrancarte el nombre y los números secretos.
Sordos a los maitines, ciego al crisol,
en el mugriento lecho te tiendes
y aprietas firmes los párpados
repitiendo que es sólo un mal sueño,
que tiene que ser, como siempre, un mal sueño.
8 comments:
Soberbio poema.
Zoe, si no has leído el libro, te lo recomiendo. Fue una de mis compras durante la Feria del Libro. Sosa es un excelente poeta.
Gracias, Zoe. Gracias, Ernesto, de nuevo. He estado lejos de las computadoras estos dias, pero ya de regreso. Abrazos.
Gracias a ti, Manuel. Saludos.
Gracias por ilustrarnos sobre este libro. Yo leo su blog y lo advierto hábil con las palabras. Pero de ahí a ponerlas a "desentrañar ideas" va un largo trecho. El poema es verdaderamente impresionante.
Anónimo, lo que me llevó a comprar el libro de Manuel Sosa fue su blog. Algo me decía que su poesía me iba a gustar por lo que había leido en su blog. Te confieso ( y le confieso a todo el que lea el blog ahora) que tenía el temor de que su poesía me defraudara. Pero por suerte no fue así. Hay en Manuel, como dices, dominio del lenguaje y de las ideas. Saludos.
Excelente comentario, Ernesto. Está a la altura del libro. Que está a la altura del comentario.
Gracias, Alexis. Saludos.
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