Desde Suiza, otra colaboración del Beno. La foto que acompaña el post también es suya.
Quién no recuerda esa escena del Blowup de Antonioni en la que jóvenes excitados salen de un concierto de rock y patean para divertirse un pedazo de chatarra. La chatarra en cuestión era, había sido hacía solo unos minutos, una guitarra defenestrada por Jeff Beck y por cuyos pedazos esos mismos jóvenes se habían disputado, considerándolos como preciosas reliquias. Fuera de contexto, la carga simbólico-emocional desaparecida, el sentido « bruto » del objeto reaparecía.
Así la significación se desliza sobre los objetos, tiñéndolos y destiñéndolos de valores diversos, sublimándolos y desapareciéndolos. En mi única y frenética jornada en Bangkok, antes de regresar a Europa, pude visitar el Wat Pho, el templo que acoge al celebérrimo e imponente Buda acostado. Logré acceder por el río, gracias a una lancha, el acceso por tierra hacia el centro de la ciudad estaba bloqueado por las manifestaciones de los « camisetas amarillas », partidarios del rey, contra los « camisetas rojas » del primer ministro. Algo tenso por la situación, pude sin embargo disfrutar de la magnificencia casi obscena del templo.
Me llamaron la atención unas estatuas que desentonaban un tanto con el resto. Altas de más de dos metros, representaban a hombres de tipo occidental con los rasgos ligeramente exagerados, vestidos de capa y llevando chistera y bastón. Intrigado de verlos junto a los consabidos « guardianes del templo » de fisonomía más « clásica » y sables de piedra, decidí investigar un poco. Supe que venían de China. Originalmente eses figuras grotescas eran precisamente eso, inmensas caricaturas de piedra que los artistas chinos esculpían para burlarse de los ingleses y otros occidentales recién llegados y terriblemente exóticos, y conjurar a la vez el miedo que éstos les causaban. Como empezaban a sobreabundar en el celeste imperio, fueron utilizadas en calidad de lastre por los barcos que efectuaban el comercio entre Siam (Tailandia) y China. Así llegaron a Bangkok. La travesía les había conferido, parece, una pátina respetable (el fenómeno se observa también en nuestra época, algunas caricaturas son transformadas en expertos con sólo atravesar el mar). Fueron, pues, aprovechando sus dimensiones y el horror que debían inspirar a los tai, empleados como guardaespaldas involuntarios de Sidarta Gautama (y de las riquezas del templo). Allí los encontré, sus casacas manchadas de hollín y de siglos, todavía ignorantes de la lengua tai, ridículos, despreciativos y rígidos.
No lo sabía entonces, pero en la madrugada tomé el último avión que despegaría de Bangkok en muchos días. Mientras volaba sobre la India, las camisetas amarillas ocuparon el aeropuerto Suvarnabhumi, provocando la caída del líder de las camisetas rojas. El ejército, como un guardián de piedra más, no se movió.
3 comments:
Me ha hecho pensar esta colaboración, y la cadena misma: estatua para infudir horror que se convierte en lastre(!) que luego es guardián y más tarde, puede llegar a ser un buen símbolo de lo que no se inmuta, aún cuando peligra lo que que se debe custodiar bien.
Gracias por permitirnos leer estas colaboraciones,
Saludos,
Verónica
Muchas gracias Verónica por tu amable y lúcido comentario. Comentarios como ése dans deseos de seguir escribiendo. Y leyendo. También. Gracias de nuevo y saludos,
El B.
Gracias ti, Veronica, por la visita y tus comentarios, siempre tan inteligentes. Saludos.
Sigue escribiendo, Beno, que las cosas van bien. Saludos.
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